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10 de Abril de 2009

Este sitio surge, dentro de nuestra Asociación, con la intención de convertirse en un dinámico instrumento de comunicación con los practicantes del viejo arte del Taijiquan>>leer más

CLASES

Centro Hispalia:

-Lunes de 18:30 a 20:00.

¡De nuevo, la primavera!

El pasado día 20 de marzo tuvo lugar, un año más, el equinoccio de primavera, que abre la puerta a esta estación que los chinos asocian con el elemento madera. Según las antiguas tradiciones, es en este momento cuando unos espíritus de la naturaleza, los conocidos con el nombre de hiperbóreos, descienden de la fotosfera del sol, penetrando la tierra y provocando esa explosión de vida ante la que nadie puede quedar indiferente, pues se produce toda una sinfonía de colores y aromas en la que todo florece y alcanza su máximo esplendor.

Es la estación de nacimiento de la naturaleza…, el tiempo de la creación y el desarrollo. Durante los seis meses siguientes al equinoccio primaveral, el principio activo y luminoso (yang), encarnado en el sol y su radiante luz, dominará nuestras vidas: es el momento de invocar a las Musas para que nos inspiren y, con renovadas energías, dar nacimiento –o renacimiento- a nuestros sueños, dejando que florezcan.
Esta es la estación verde, en la que las semillas comienzan a germinar después de los rigores del invierno. Es un buen momento para analizar nuestra vida y trazar nuevos planes, eliminando todas las trabas que solemos ponernos a nosotros mismos y que dificultan la realización de nuestras ideas. La primavera es el momento del elemento madera, el del crecimiento de todas las estructuras. Mentalmente, se corresponde con la “idea”. Nuestra claridad mental, nuestra capacidad de centrarnos, planificar y tomar decisiones, dependen de este elemento.
A imagen y semejanza de los viejos filósofos y sabios que han existido, aprovechemos la energía de la primavera, que nos da inspiración y deseo de vida, para renovarnos y purificarnos, para alegrarnos y entusiasmarnos por tener un sueño, un ideal por el que seguir luchando. Un ideal que dé sentido a nuestras vidas y por el que merezca la pena vivir y morir.

(Editorial aparecido en el número 88 de la revista Tao tien)

Estamos en invierno.

Un año más, hemos atravesado la puerta astrológica del solsticio de invierno, que, según las antiguas tradiciones, se correspondería con uno de esos momentos mágicos en que los dioses se ponen en contacto con los hombres.
Este año que se despide ha sido un año de inestabilidad y dificultades, de transformaciones que se van produciendo de manera rápida a la vez que profunda, abriéndose, como en otros momentos de la historia, un período de decadencia y declive que, en la economía, se traduce bajo los conceptos de recesión y depresión.
Utilizando una metáfora, si concebimos a la sociedad como un organismo vivo, tendríamos que decir que, como tal, experimentaría momentos de crecimiento, salud, enfermedad, recuperación, decadencia y muerte.

Ha habido historiadores que han definido estos momentos que estamos viviendo como momentos de crisis: momentos decisivos y dramáticos en que los acontecimientos se aceleran y se produce una ruptura en el desarrollo histórico, finalizando una etapa que da lugar a otra diferente y más avanzada.
En este universo manifestado, todo está sujeto a los ciclos que marca la ley de evolución, alternándose las edades medias y los renacimientos, las etapas de pujanza con aquellas otras de carestía, pero todo ello al servicio de la búsqueda y plasmación de los arquetipos, de todo aquello que podemos concebir como bello y bueno.
La práctica filosófica de las artes marciales nos ayuda a hacer realidad esos arquetipos, conociéndonos cada día un poco más y mejor, convirtiéndonos en esa chispa que prende el fuego en el corazón de nuestros hermanos, que, como nosotros, son seres humanos, y así, todos juntos, poder caminar hacia un tiempo nuevo y mejor.

(Editorial aparecido en el número 87 de la revista Tao tien)

¡Ha llegado el otoño!

En mayor o menor medida, todos –de una u otra forma- vivimos por debajo de nuestras posibilidades en lo que al desarrollo de nuestro potencial humano se refiere. Son pocos los que se dan cuenta de ello y, en consecuencia, buscan con interés los medios prácticos necesarios para elevar su capacidad de rendimiento, tanto en su vida profesional como en la privada y social, y aún por encima de todo esto, su realización como seres humanos. Para esas personas que no se resignan pasivamente a sufrir las limitaciones artificiales e innecesarias impuestas por los convencionalismos de turno, sino que están dispuestas a trabajar seriamente para conseguir el mejoramiento de sí mismas, sean cuales sean las circunstancias que les rodean, existen vías como el Taijiquan.

Considerado como el espíritu de la metafísica, medicina y meditación chinas encarnado en un arte marcial, el Taijiquan, como diría el maestro Yang Cheng-fu, no fue creado simplemente para luchar contra los malhechores, rufianes y bandidos. Este estilo interno de las artes marciales chinas tiene como uno de sus objetivos principales fortalecer y preservar la salud, pudiéndolo aprender todos aquéllos que tengan verdadero interés en eliminar la enfermedad, prolongar los años de vida y desarrollar la autodisciplina, sean hombres o mujeres, jóvenes o ancianos, letrados o campesinos, todos pueden hacerlo. Practicando con constancia y perseverancia, siendo fiel a uno mismo y a los maestros, los resultados reales pueden constatarse en tres años.
Ahora, una vez que hemos atravesado otra de las puertas astrológicas del año, el equinoccio de otoño, que marca el declive de la energía en la Naturaleza, es un buen momento para iniciarse en la práctica de esta maravillosa disciplina, y así, en la próxima primavera, estar pletóricos como nunca.

(Editorial aparecido en el número 86 de la revista Tao tien)

¡Ya llegó el verano!

En el momento actual, igual que en otros períodos de la historia, las actitudes, tendencias y fenómenos separatistas, son uno de los grandes problemas que aquejan al ser humano.
Cabe preguntarse: ¿qué fuerza es la que separa a los hombres, poniendo entre ellos la cizaña y conduciéndoles a la destrucción? ¿A qué obedece ese oscuro principio en la naturaleza del hombre, que siempre parece más fuerte que las leyes de la razón y la luz de la inteligencia? ¿Qué es lo que enfrenta a unos hombres contra otros, separa a los matrimonios, enciende en los pueblos la lucha entre los diversos partidos y no permite nunca que cese la guerra por el poder, a pesar de que el sentido común nos dice que hay sitio para todos?

Todo tiene siempre el mismo origen: el pequeño Yo (el ego dragón, que decimos en la práctica de las artes marciales) que sólo se ve a sí mismo, que únicamente busca su vida perecedera, que sólo piensa en la seguridad material y en mirarse su propio ombligo, que no ama más que el placer y, preocupado constantemente por sí mismo, sólo ve en los demás un peligro para su propia existencia, pero nunca las necesidades del prójimo y su derecho a la vida.
En la práctica filosófica de las artes marciales, encontramos las claves necesarias para poder conocer y dominar a ese ego dragón, pequeño, mezquino, egoísta… que es el principal obstáculo con el que nos encontramos en el conocimiento de nosotros mismos.

(Editorial aparecido en el número 85 de la revista Tao tien)

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